Un turista mendocino que regresaba a su hogar tras unas vacaciones en Carlos Paz y un policía que hacía dedo en Cuesta Blanca, fueron los protagonistas de una historia increíble en las Altas Cumbres. El relato del psicólogo Gabriel Olivo se viralizó ayer en las redes sociales y conmovió a los devotos de la Difunta Correa, quienes atribuyen su intervención divina para asistir a esta improvisada dupla que sufrió un desperfecto mecánico en medio de la nada.

 

Gabriel Olivo es oriundo de San Rafael y se disponía a ingresar al camino de las Altas Cumbres cuando se percató de la presencia del sargento Juan Martín Falcón (quien se desempeña en la comisaría de Carlos Paz) al costado de la ruta, eran las siete de la mañana y hacía mucho frío. Detuvo el vehículo y le preguntó hacia dónde se dirigía. "Me dijo que a Villa Dolores. No lo dudé y le dije que subiera, sin saber que allí comenzaría una historia poco común, que demostró que la solidaridad y los valores aún están vigentes en nuestra sociedad"; contó Olivo.

 

Tras haberse presentado, el policía se durmió y el conductor avanzó en la inmensidad de las sierras. Sin embargo, el auto comenzó a echar humo y Olivo pensó que podría estar prendiéndose fuego, por lo que detuvo la marcha y despertó a su acompañante. 

 

"Paré el vehículo a un costado de la carretera. Abrí la tapa del motor y miré aunque sólo para disimular porque de mecánica sé muy poco. El policía se acercó y observó la situación. En esa zona no tenía señal de celular. Mi compañero de viaje camino cuatro cuadras hacia arriba e intentó llamar a una grúa de auxilio desde una altura superior pero tampoco tuvo éxito"; relató el psicólogo.

 

"Analizamos la situación y le dije que hiciera dedo y subiera a cualquier vehículo que lo llevara hasta Villa Dolores y que desde allí me hiciera el favor de mandarme un vehículo de auxilio. Pero él no quiso dejarme solo. Dijo que con esa opción debería esperar cuatro o cinco horas en la ruta y que él estaba convencido de que podría arreglarme el desperfecto mecánico. Luego de mirar con atención descubrió que se había roto una manguera. Empujamos el vehículo cuatrocientos metros hasta un lugar donde se veía una imagen de la Difunta Correa en el medio de la montaña. Tenía cuatro botellas de agua de homenaje hacia ella. Se las tomamos prestadas aunque el policía me pidió que en el próximo viaje por la zona debía reponerlas. Recargamos el líquido perdido y así pudimos avanzar penosamente otros siete kilómetros hasta un puesto de artesanías donde paramos nuevamente ya que el motor se había recalentado nuevamente y el humo salía por todos lados"; agregó, en su cuenta de Facebook.

 

"Mi nuevo amigo- así ya lo consideraba pese a conocerlo desde hace poco tiempo- se bajó y pidió prestada unas herramientas para tratar de reparar el desperfecto. Lo hizo solo, sin que yo se lo solicitara. De puro gaucho que es. Estuvo más de dos horas y media trabajando, pero sin encontrar una solución definitiva. Resignado me dijo que necesitábamos algo para unir las dos mangueras rotas. Allí no tenían nada parecido. Pensé que era imposible encontrar una unión de esa medida con, en el medio de las montañas"; reconoció el hombre, aunque todavía faltaba una sorpresa.

 

"Casi sin esperanzas me interné por el camino serrano para descargar mi vejiga, ya que el frío reinante había hecho de las suyas. Mientras satisfacía la imperiosa necesidad fisiológica detrás de unas piedras, se me dio por mirar alrededor. Grande fue mi sorpresa cuando me encontré tirado entre las piedras un elemento parecido al que necesitaba para reparar el auto. Miré al cielo. No lo podía creer. Casi llorando de la alegría y aun dudando sobre si serviría o no, se lo acerqué a mi amigo policía. Él me dijo sorprendido: ¡Usted sí que tiene suerte!. Las medidas de la union eran exactas. Con mucho esfuerzo logró conectar las mangueras, puse en marcha el auto y esperamos que conectara el ventilador. Si no prendía, no podía seguir mi camino. Hubo un poco de suspenso pero al final el equipo comenzó a funcionar. Ahora sí pudimos continuar tranquilos hasta Mina Clavero"; completó el psicólogo, quien no lograba salir de su asombro.

 

Fuente: El Diario de Carlos Paz