El nacimiento de un tapir en la Reserva Experimental de Horco Molle, en Tucumán, encendió la esperanza en los especialistas de poder conservar una especie que está en vías de extinción a raíz de la cacería indiscriminada.

Los tapires habitaron la yunga tucumana durante mucho tiempo, pero “los últimos registros de presencia de estos animales en libertad en nuestra selva son de principios de la década del 50, o sea que hace más de 60 años que no se los encuentra”, explicó Juan Pablo Juliá, director de la reserva.

Las causas de la desaparición “es la cacería indiscriminada, las destrucción de las selvas por los desmontes y el prolongado tiempo de gestación, que lleva 13 meses para el nacimiento de una cría por parto” indicó Juliá. En la Reserva de Horco Molle los tapires, los mamíferos autóctonos más grandes de la Argentina, son una de las especies mimadas y se trabaja en un proyecto para reinsertarlos a la vida libre en el Parque Nacional Campo de los Alisos.

“La idea es liberar dos parejas, con la colaboración de un zoológico de Salta, como para lograr diversidad genética”, explicó Juliá. Para llevar adelante la experiencia, “es necesario construir un cercado de aclimatación de unas dos hectáreas (el parque tiene casi 17.000), donde permanecerán entre 45 y 60 días”, agregó.

De esa forma se podrá controlar la salud y las posibles alteraciones de la dieta de estos animales que son herbívoros: comen hojas, ramas tiernas, plantas acuáticas y frutas. “Pero lo fundamental es educar a la gente para que se entienda que la caza furtiva puede dejar en la nada todos estos esfuerzos”, indicó el director de la reserva.

Este trabajo parte del proyecto denominado “conservación de las especies”, a través del cual se “busca que la comunidad viva el problema como suyo; que no lo limite a una cuestión de científicos y técnicos”, explicó Juliá.

Los tapires adultos llegan a pesar entre 250 y 300 kilos y miden aproximadamente un metro de altura. Su cuerpo es robusto, con patas y cola cortas; la piel es color gris oscura. Su cabeza termina en una nariz carnosa prensil (como una pequeña trompa) que utiliza para agarrar las hojas e incluso como un snorkel, porque le encanta nadar y lo hace muy bien. Télam