Un estudio de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ASNV) determinó que en la Argentina el 50% de los jóvenes de entre 16 y 30 años asegura que sus amigos conducirían después de tomar alcohol, a pesar de que el 93% sabe que esto aumenta el riesgo de morir en un accidente. Y el 27% admitió que en el último año manejó luego de haber tomado. Con estos resultados, el organismo del Ministerio de Transporte realizó otra investigación para comprender por qué los jóvenes, pese a saber que este comportamiento atenta contra su propia vida y la de los demás, aún así deciden seguir con conductas riesgosas.

 

El estudio se hizo a 12 grupos en todo el país con jóvenes conductores de vehículos de ambos sexos y diferentes niveles socio-económicos. La muestra del estudio incluyó el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), Jujuy, Córdoba, Comodoro Rivadavia, Corrientes y Mendoza. La investigación demostró que, a pesar de poner en riesgo su vida, para los jóvenes el tema del alcohol asociado a la conducción no es una preocupación.

 

 

En el país, al igual que en el resto del mundo, los siniestros viales y sus consecuencias representan la primera causa de muerte en jóvenes. En 2015, la Dirección de Estadísticas e Información en Salud (DEIS) del Ministerio de Salud de la Nación, reportó que un poco más de seis jóvenes, de entre 15 y 34 años, mueren diariamente como consecuencia de la siniestralidad vial.Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un factor determinante de los siniestros viales es el conducir bajo los efectos del alcohol. Además, son precisamente los conductores jóvenes quienes corren un riesgo mucho mayor de sufrir un accidente por esta causa que los conductores de mayor edad y con más experiencia.

 

“Esto se debe, según estudios de salud publicados oportunamente, a que los jóvenes son más propensos al comportamiento impulsivo y a la búsqueda de emociones que los adultos, ya que la parte del cerebro que regula los impulsos es la última en desarrollarse y, por lo tanto, durante la juventud funciona con menos eficiencia que otras partes del cerebro”, detalla el informe difundido por la ASNV.

 

Entre marzo y noviembre del año pasado, se realizaron en el país controles de alcoholemia a 21.500 conductores en 14 municipios de ocho provincias. Sus resultados demostraron que los jóvenespresentaron alcoholemias positivas en un 58% más que los adultos, lo que confirma que los jóvenes se encuentran más dispuestos a exponerse a riesgos que el resto de la población.

 

En el estudio cualitativo que llevó a cabo la ANSV para comprender las razones que influyen en que los jóvenes decidan realizar una conducta que puede atentar contra su propia salud, demostró que “el problema del alcohol y la conducción no aparece espontáneamente como una preocupación de los jóvenes en la Argentina. Cuando ellos hablan de las faltas en relación a la seguridad vial, el alcohol al volante casi no tiene incidencia”, explicaron.

 

Esta falta de reconocimiento de que conducir alcoholizado es un peligro al que someten su vida y la de los demás, responde a tres razones fundamentales. Según detallan los responsables del trabajo, en primer lugar en los jóvenes predomina un sentimiento individual de excepción (“a mí no me va a pasar”) que se acompaña de la creencia de poder controlar los efectos del alcohol en el cuerpo. En este sentido, se minimiza la percepción del riesgo de sufrir un accidente. En segundo lugar, los jóvenes le atribuyen al alcohol un rol esencial en su vida social, sobre todo en las salidas nocturnas: “el consumo de alcohol es un hábito arraigado con origen en la adolescencia que está presente prácticamente en todos los momentos de sociabilidad”, señalan. Y, finalmente, “los jóvenes no sienten miedo de sufrir el control o la sanción por conducir bajo los efectos del alcohol, lo que genera que no perciban un costo al hacerlo”.

 

La conclusión de este estudio es que para los jóvenes tomar alcohol y conducir representa una actividad que les genera puro beneficio con un bajo costo. Ambas actividades tienen en común que generan en ellos sentimientos positivos: por un lado, manejar y consumir alcohol son percibidos como un rito de iniciación a la adultez. Y, por el otro, el consumo de alcohol constituye un “posibilitador social” que permite divertirse o interactuar con desconocidos.

 

A partir de estos resultados, la ANSV anunció que prevé diseñar nuevas “acciones de concientización y control eficientes para modificar las conductas de riesgo”, que aún no fueron detalladas.