En el inicio de la cumbre del G20, las declaraciones de funcionarios de EEUU y China encendieron las primeras chispas y dejaron en claro que la relación entre ambos países atraviesa un momento de alta tensión.
La que lanzó la primera piedra fue Sarah Sanders, vocera del presidente estadounidense Donald Trump, quien sorprendió al afirmar que durante la reunión bilateral con Mauricio Macri, ambos "reiteraron su compromiso para "enfrentar los desafíos regionales como Venezuela y la actividad económica depredadora china".
Tras conocer esa declaración, que se sintió como una réplica del temblor que por la mañana sacudió zonas de la Capital y el sur del Conurbano, el canciller Jorge Faurie buscó bajar el tono a la controversia, sugiriendo que "el adjetivo depredador corre por cuenta de su comunicado".
Solo una hora y media después, el ministro de Relaciones Exteriores, Wang Yi, aseguró que su país reafirma su compromiso en la lucha contra el cambio climático y el cumplimiento del Acuerdo de París. Fue durante un encuentro tripartido con su par francés, Jean Yves Le Drian, y el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.
Wang Yi pidió “continuar con el multilateralismo y dar una solución definitiva al cambio climático”.
“Pasaron dos años de la entrada en vigor del acuerdo de París, debemos tomar ya una acción definitiva. Lo establecido es muy importante para que los países en desarrollo tomen medidas y no se vean sobrepasados por esa situación”, agregó.
Y en lo que pareció un mensaje teledirigido a Washington, aclaró que “nosotros no vamos a cambiar nuestras decisiones y vamos a seguir trabajando en este sentido. Sabemos que no es fácil este camino, pero tomamos esta decisión y no vamos a cambiar”.
La referencia a "no cambiar" de posición tenía un blanco determinado: en junio de 2017, Trump decidió revertir la decisión adoptado por su predecesor, Barack Obama y retiró a EEUU del acuerdo climático suscripto en la capital francesa, en una de sus decisiones más criticadas por la comunidad internacional.