Cara visible del golpe de Estado que derrocó a María Estela Martínez de Perón en 1976, Jorge Videla, gobernó desde aquel año hasta 1981 -el período más sangriento de la llamada ‘guerra sucia’ con secuestros y desapariciones de guerrilleros, opositores políticos, sindicalistas, escritores, estudiantes, y religiosos. Fue un personaje de gestos sorprendentes: instaló una capilla en la Casa de Gobierno, donde acudía con frecuencia a comulgar de rodillas, pero murió sin arrepentimiento por los miles de conciudadanos asesinados como consecuencia de la estrategia que diseñó.

Según allegados, era un hombre que escuchaba, le gustaba opinar en tono de reflexión y buscaba el diálogo en charlas individuales, pero impuso al país un sistema de violencia extrema, clandestina y sin piedad. Tuvo la suma del poder público, sin límites, con la que podía usar todos los instrumentos del Estado, pero prefirió los procedimientos ocultos, silenciosos y mortales, mientras se imaginaba que se le disculparía todo y pasaría como salvador de la patria.

El 9 de diciembre de 1985 recibió la primera condena a reclusión perpetua en el histórico Juicio a las Juntas Militares y fue a parar al penal de Magdalena, donde vivía en un chalé.

Justo el Día de los Inocentes, 28 de diciembre, Carlos Menem lo indultó junto a los otros jerarcas de la dictadura. En 1998 el entonces juez federal de San Isidro Roberto Marquevich lo volvió a detener por el robo de bebés a desaparecidos. Sólo estuvo 38 días en la Cárcel de Caseros y le fue autorizado el arresto domiciliario, por superar los 75 años. Pero diez años después, en 2008, apareció en la ventana de su piso de Cabildo al 600 de Belgrano para saludar a conocidos que lo reivindicaban y pedían su liberación. La Justicia le anuló el beneficio y fue conducido a la cárcel de Campo de Mayo.

Con la reanudación de los juicios a represores, Videla perdió ese beneficio y fue a parar a la cárcel de Marcos Paz.

El 22 de diciembre de 2010 fue condenado a prisión perpetua en cárcel común por el fusilamiento de 31 presos políticos en la prisión de Córdoba. Y el 5 de julio de 2012 recibió condena a 50 años en prisión por el plan sistemático de robo de bebés luego que se unificaran las tres sentencias anteriores en una pena única de reclusión perpetua en cárcel común.

En el libro "Disposición Final" puede leerse que Videla admitió que su gobierno "eliminó" entre "7.000 u 8.000 personas" y los cadáveres eran desaparecidos "para no provocar protestas dentro y fuera del país". "No había otra solución -sostuvo- estábamos de acuerdo en que era el precio a pagar para ganar la guerra contra la subversión". Y en el libro "El Dictador" se asegura que en una entrevista con un colaborador de esa obra se preguntó. "¿Dar a conocer dónde están los restos de los desaparecidos? ¿Pero qué es lo que podemos señalar: el Río de la Plata, el mar…?".

Su última aparición en público había sido el lunes pasado durante el juicio por la operación Cóndor, de coordinación represiva entras las dictaduras del Cono Sur. Allí fue llamado a declaración indagatoria pero se negó alegando que "no tiene sentido hacer una defensa en una Justicia vacía de derecho" y dijo ser un "preso político".

Como hizo siempre, el exteniente general asumió la responsabilidad mayor de lo que siempre denominó "la guerra antisubversiva", que dejó unos 30 mil desaparecidos y reiteró que desligaba a sus subordinados en un intento de recrear el principio castrense de "obediencia debida".