‘Esa agua no, yo traje la mía, no es por desconfiar‘, le dijo Cristina Fernández de Kirchner al juez Julián Ercolini, cuando en medio de la audiencia en donde expuso los términos principales de su defensa le ofrecieron algo para beber. Así se desprende de la reconstrucción que hicieron fuentes judiciales de la audiencia que protagonizó en el cuarto piso de los tribunales la expresidenta, para inaugurar la ronda de indagatorias por la concesión de la obra pública en donde habría resultado beneficiado el empresario Lázaro Báez, preso por la ‘ruta del dinero K‘.
Enfundada en un traje sastre color camel, con cartera y zapatos de taco al tono, Cristina llegó a las 10.15 mientras unos tres mil militantes kirchneristas se habían apostado sobre la avenida Antártida Argentina para vivarla y acompañarla en la ciudad de Buenos Aires. Los tribunales de Comodoro Py 2002 se habían convertido en una fortaleza: unos 150 hombres de la Policía Federal se instalaron adentro del edificio (y se llevaron una felicitación de la Cámara de Casación por su labor) mientras afuera se destinaron otros 250 agentes de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, Prefectura y Gendarmería, enviados por el Ministerio de Seguridad.
Dentro de tribunales no hubo gritos ni cánticos, ni se escucharon voces de los fanáticos de Cristina.
Precisamente, con los hombres de Gendarmería hubo unos pequeños incidentes con la militancia, a la salida de la expresidenta, señalaron fuentes judiciales. Dentro del edificio de tribunales no hubo gritos ni cánticos, ni se escucharon las voces de los fanáticos de Cristina, como había sucedido el 13 de abril cuando la expresidenta recorrió los mismos pasillos para enfrentar la indagatoria por la causa dólar a futuro.
Cristina llegó quince minutos después de la cita a su primera indagatoria en una causa de corrupción, acompañada por su abogado defensor, Carlos Beraldi, y escoltada por el exjuez de la Corte Suprema Raúl Eugenio Zaffaroni. Tras abordar un ascensor interno, el penalista la guió hasta el despacho del juez, ingresó con ella y luego se retiró, dejando a la expresidenta y su defensor ante el juez, dos secretarios, los fiscales Gerardo Pollicita e Ignacio Mahiques, dos empleados de la fiscalía y otro dependiente del tribunal que tomaba la declaración.
El encuentro con sus acusadores fue ‘tenso‘ y hubo un saludo generalizado a los presentes, pero con el correr de los minutos la situación se volvió ‘más normal‘, comentó uno de los asistentes a la audiencia. Primero Cristina rechazó la invitación de un café que le hizo el propio juez, y cuando le ofrecieron agua la expresidenta afirmó: ‘Esa agua no, yo traje la mía…, no es por desconfiar‘, y le acercaron una botella de agua baja en sodio. Más tarde pidió ir al baño: ‘Tanto hay que caminar para ir al baño…‘, comentó, pese a que le ofrecieron usar los sanitarios de los magistrados, ubicado en el pasillo, frente al despacho donde declaraba. Si bien la audiencia duró más de dos horas, la exposición de ella abarcó sólo media hora y después hubo que esperar que se leyera el acta, donde la exjefa de Estado se encargó de hacer sus propias correcciones. El trámite se hizo eterno porque las impresoras no funcionaban a la perfección; ínterin, nadie pronunció una palabra. DyN
