Julio de Vido está preso y no hay nada que festejar. Su detención luego de un desafuero parlamentario por amplia mayoría, constituye una clara señal del cambio de los tiempos políticos y judiciales que se viven.
De Vido es Kirchner. Pero también es Cristina. De Vido es la fotografía de la política prebendaria argentina. Del "vivo". De la impunidad. Los pornográficos números que circulan respecto a los perjuicios en la cuentas públicas debido a las maniobras de De Vido por las cuales ahora está preso y que resultan inconmensurables.
La impunidad es hacer lo que a uno le venga en gana sabiendo que no va a pasar nada. Pero ahora pasó algo. Pasó que De Vido está preso. Pasó que los tiempos políticos cambiaron. Y la noticia de De Vido preso es un llamado de atención.
No sólo para los funcionarios que, en el gobierno anterior, creyeron que podrían comprarse propiedades en Puerto Madero (en la ciudad de Buenos Aires), hoteles, y medios de comunicación. También a los funcionarios de la actual administración. ¿Se terminará la Argentina en donde la Justicia siempre va detrás de los delitos? ¿Habrá una nueva Argentina donde los delitos de corrupción sean prevenidos por una mayor transparencia y control en el Estado? ¿O simplemente la ciudadanía argentina será testigo, una vez más, como ocurrió luego del menemisno, del delarruismo y ahora del kirchnerismo, de delitos de corrupción que sólo son investigados judicialmente cuando cambian los gobiernos?
En caso de que el exvicepresidente Amado Boudou corra la misma suerte que De Vido, será el último eslabón de una cadena que podría terminar con la ex mandataria Cristina Fernández. El único antecedente de un expresidente detenido, desde el retorno de la democracia, es el de Carlos Saúl Menem. DyN