Se dicen entre sí "paisanos” aunque las fisonomías heredadas de sus antecesores, poco o nada tienen que ver con ese hombre de campo argentino, apegado a la tierra y las tradiciones. Claro, no eran gauchos, pero llegaron desde lejos para poblar el país y apegarse a sus costumbres, obviamente sin dejar de lado las que habían mamado desde la cuna.
Popularmente se los conoce como "turcos”, no porque hayan nacido en Turquía, sino porque era el origen del pasaporte de los primeros sirios y libaneses (que en ese entonces aún estaban bajo dominación otomano-turca) que emigraron y que aquí formaron sus familias.
Lo cierto es que se los llame cómo se los llame, ellos tienen claro y así lo celebran, de que son hijos de estas tierras pero corre por sus venas sangre árabe. De hecho desde este viernes, San Juan será sede de una reunión nacional que no sólo encontrará a los descendientes de sirios y libaneses en un abrazo en común sino que servirá para generar el debate y la transmisión de esos valores y esas costumbres que sus padres, abuelos y hasta bisabuelos supieron vivenciar y mantener vivos hasta ahora.
Los sirio-libaneses que llegaron a la provincia, son muchos. Exactamente es difícil decir cuántos ya que no hay, al menos en el ámbito de la colectividad, un registro que recopile esos números certeros acerca de estas corrientes migratorias. Quizás el único dato concreto es el que atesora el actual presidente del Club Sirio Libanés, Miled Marún, acerca de un censo realizado en la década del "90 en las comunidades árabes por la Unión Cultural Libanesa. "Fueron 102 madres las que dieron vida a nuestra colectividad en San Juan porque son las que llegaron en las primeras inmigraciones entre el 1880 y 1898. Claro que solo toman a la parte libanesa. Habría que sumar a los que llegaron de Siria”, cuenta este nieto de libaneses.
A eso se suma lo que encontró el experto en Comunicación, director y fundador del Centro de Genealogía y Heráldica de San Juan, Guillermo Kemel Collado Madcur, en cientos y cientos de documentos investigados desde la década del "80 no sólo para completar su propio árbol genealógico familiar sino además como material informativo para una publicación con la que sueña concretar algún día. Según sus averiguaciones a San Juan "el primer inmigrante libanés registrado es Nehemtala Nehim, entre 1882 y 1885, quien quizá precedió la llegada del ferrocarril a nuestra tierra. A él lo siguió una numerosa saga que menguó quizás con la propia declaración de la Independencia de esta nación, después de la Segunda Guerra Mundial”.
Según coinciden ambos, muchos llegaban escapando de la dominación otomana-turca que fue por siglos hasta la Primer Guerra Mundial, cuando quedaron bajo mandato francés, hasta la independencia de Líbano en 1943 y de Siria, dos años más tarde. "En diferentes etapas fueron perseguidos quienes eran de religión católica-maronita, la mayoría de los inmigrantes, aunque también la pasaron mal, quienes eran drusos musulmanes. Entonces era lógico que buscaran libertad religiosa y un mejor pasar económico, algo que Argentina y en este caso, Cuyo, les ofrecía”, resume Collado y agrega que luego de bajar de los barcos, el ferrocarril fue un medio accesible para llegar al interior del país, permitiéndoles buscar una región similar a la de dónde venían, especialmente para poder dedicarse a lo que sabían hacer. En muchos casos, la vitivinicultura y la olivicultura que pudieron desarrollar en 25 de Mayo y Caucete, Pocito y hasta Sarmiento e inclusive el cultivo de trigo en Jáchal. De ahí, quizás la denominación de "turco-gaucho”. Aunque la mayoría, como buenos herederos de los fenicios, eran hábiles para el comercio no sólo ambulante sino en lo que se denomina como "almacén de ramos generales”.
"De a poco se fueron afianzando, aquerenciando y si bien muchos añoraban con volver a su Líbano natal, prácticamente ninguno lo hizo. Es que aquí progresaron con mucho esfuerzo y pudieron mandar a estudiar a sus hijos, incluso muchos llegar a la universidad, ser profesionales y hasta hombres de decisión en su nueva tierra”, asegura Miled Marún. De hecho, al menos cuatro gobernadores de San Juan tienen ascendencia libanesa: Elías Teodoro Amado (gobernador, 1950-1952), Eduardo Alfredo Pósleman (gobernador de facto, 1982-1983), Alfredo Avelín (gobernador 1999-2002) y el actual gobernador Sergio Uñac Ene, también reviste este origen, por línea materna, según pudo rescatar Collado. Esto es apenas un ejemplo, de las huellas que dejaron en San Juan, hombres y mujeres de apellidos reconocidos como los Mattar, los Fagale, los Marún, los Medawar, los Dorgan, Ahún, Daroni, Madcur, Nacusi, Sefair y Nara por sólo citar algunos.
Como buenos inmigrantes, pronto comprendieron la necesidad de reunirse, ayudarse entre sí, compartir un buen momento. Era lógico, por cuestiones de idioma, era más sencillo hacerse entender con un "paisano” que con cualquier otro, de todos modos, la integración con la comunidad no fue difícil.
"En 1899 se fundó la primera institución de esta colectividad, conocida hoy como "Sociedad Libanesa de Socorros Mutuos", ya centenaria pero aún vigente. Su función era y es la de ayudarse, como una mutual, en las cuestiones básicas. Fundamentalmente la colaboración era prestando servicio para enterrar a los muertos o poder comprar los nichos en sectores especiales que tiene la colectividad en algunos cementerios, como el de Capital. Pero además se hacen colectas para muchos otros fines”, explica Marún, orgulloso de esta entidad de la que su abuelo supo presidir.
Con el tiempo, se fueron organizando, según los intereses. Por ejemplo, los sirios ortodoxos y los libaneses musulmanes y drusos se agruparon en la Sociedad Unión Arabe que luego desapareció. También surgió la sociedad "Juventud Sirio Libanesa”, una entidad madre que, dio origen al actual Club Sirio Libanés, nombre que adoptó tras el terremoto de 1944 y con la necesidad de reconstruir la sede propia que el siniestro natural, derribó prácticamente en su totalidad.
Justamente en el domicilio que se adquirió para esa Sociedad en 1924, encontraron lugar muchas instituciones como la Comisión de Damas de Beneficencia, el Círculo de Damas, la Unión Cultural Sirio-Libanesa, la Juventud, entre otras. Pero además en esa sede, supo enseñarse alguna vez, el idioma y los bailes (actualmente se trabaja para formar el propio cuerpo de baile estable), celebrarse las fiestas patrias y por supuesto juntarse a degustar esos sabores típicos mientras se jugaba a las cartas, entre otros entretenimientos.
Volver a levantar semejante edificio sobre la calle Entre Ríos antes de Libertador, fue una tarea titánica que tuvo dos etapas: una entre 1952 y 1958 para luego inaugurarse al año siguiente como lugar emblemático, no sólo por sus características de construcción siguiendo los cánones árabes -inspirados en La Alambra de Granada, en España- sino por sus detalles estéticos donde abundan arcadas, piedras, mayólicas y zócalos. En 1996 fue declarado Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de San Juan. El año próximo se cumple el centenario de su surgimiento como sede de la vida sirio libanesa en la provincia.
Unidos por la misma raíz del cedro
En el marco de este encuentro, que se realiza una vez al año en sus diferentes filiales (las hay en Rosario, Tucumán, Mendoza, Córdoba, Mar del Plata, Buenos Aires, San Juan, entre otros puntos del país- se harán charlas y talleres abiertos a toda la comunidad interesada y tendrá como broche de oro la elección de la Miss Emigrants o Miss Líbano de los Emigrados, que será la figura femenina que represente a los descendientes libaneses argentinos en el mundo. Dentro del cronograma se han previsto conferencias sobre idioma árabe, inmigración libanesa en Argentina, música árabe, el análisis de la firma de Khalil Gibran, actualidad política, entre otros. También se harán visitas guiadas a todo los rincones del maravilloso edificio que los alberga y otros sitios de interés comunitario. Los interesados en participar pueden contactarse a través de las páginas de Facebook de UCAL San Juan y de UCAL Nacional. Se ha estipulado un arancel para asistir a todas las actividades.
La vida institucional fue y sigue siendo reflejo del encuentro entre descendientes, desde eventos sociales y benéficos hasta el hecho de trabajar en la reconstrucción de la sede propia.